sábado, 25 de enero de 2014

las tres cervezas.

Entra un hombre en un bar y el camarero educadamente le pregunta:
- ¿Qué le sirvo?
A lo que el hombre le contesta:
- Me sirve... tres cervezas.
- ¿tres cervezas? - Le pregunta el camarero sorprendido.
- Si, una para mí, otra para ti, y otra para tu puta madre.- Le contesta el hombre.
El camarero sorprendido y a la vez mosqueado se aguanta las ganas de darle un buen puñetazo, por respeto y por temor a ser despedido, ya que piensa... puede que sea la última vez que venga por allí, y no merece la pena ponerse a malas….. por lo que le sirve las tres cervezas.
Al día siguiente el camarero al poco de abrir el bar, ve sorprendido que acaba de entrar el mismo hombre del día anterior.
El hombre se acerca hasta él y le dice:
- Quiero que me sirvas 3 cervezas.
El camarero con precaución por lo sucedido el día anterior le vuelve a preguntar:
- ¿Tres cervezas?, vamos a ver ¿hoy para quién son?
El hombre le responde:
- Una para mí, otra para ti, y otra para tu puta madre.
El camarero no se puede aguantar las ganas, sale de la barra y le da una buena paliza. Al final el hombre se va magullado y casi sin poder andar. El dueño del bar que ha visto lo sucedido no despide al camarero, ya que cree que el comportamiento de su empleado ha sido justificado.
Al día siguiente el camero colocaba está colocando las jarras de cerveza, cuando todo incrédulo ve aparecer por la puerta al mismo hombre con un ojo morado, la pierna derecha vendada y el brazo izquierdo en cabestrillo. El hombre se acerca a él y le dice:
- Quiero 2 cervezas.
El camarero bastante mosqueado le pregunta.¿Dos cervezas, para quién?,
- Una para mí, y otra para tu puta madre. Para ti nada, que te sienta mal el alcohol y te pones muy nervioso.

Las hormigas

En un lugar muy lejano, los gemelos David y Andrés, junto a toda su familia, celebraban las maravillosas notas con las que había concluido sus estudios uno de sus primos mayores. Terminado el festejo, los mayores y los niños, se fueron distribuyendo por los diferentes lugares de la casa. Mientras los adultos charlaban animadamente, los niños correteaban felices por el jardín, jugando a sus juegos favoritos. De repente, uno de los pequeños, se paró a observar a una enorme fila de hormigas, que transportaban sobre su diminuto cuerpecito, pequeñas cantidades de comida. Al ver la rapidez de sus movimientos, agarró una para verla mejor y sin mediar palabra, intento pisotearla. Afortunadamente para la hormiga, la madre de David y Andrés, se dio cuenta de sus intenciones y le detuvo antes de que pudiera pisarla. Ante su cara de desconcierto le dijo: -¿Es qué no ves que las hormigas están trabajando para reunir comida para pasar el invierno? Deja de molestarlas, pues no van a hacerte daño, y aprender de ellas, puesto que son uno de los animales más trabajadores y fuertes que existen en la naturaleza. Arrepentido por la mala acción que iba a cometer, prometió junto a los demás niños protegerlas y proporcionarles el alimento que tanto necesitaban.

La verdadera justicia

Había una vez un califa en la ciudad de Bagdad, cuyo único objetivo en esta vida, era ser un rey honrado. Para conocer si estaba logrando alcanzar su objetivo, les preguntó a todos los que se encontraban bajo sus órdenes, si era justo con ellos. Todos le contestaron afirmativamente, algo que le preocupó enormemente, ya que pensó que no le decían la verdad. Para asegurarse de que sus súbditos no lo estaban engañando, inició un largo viaje por las ciudades de alrededor, en las que con un disfraz, preguntaba a la gente su opinión sobre el califa de Bagdad. Al igual que sucedió en su ciudad, nadie dijo nada malo de él. Quiso el destino que al califa de Ranchipur, le asaltaran las mismas dudas que a su colega, comenzando también un viaje lejos de su amado reino para recabar otras opiniones Un buen día, cuando ambos califas se encontraban de regreso a sus reinos, se encontraron en un angosto sendero, por el que solo podía pasar un carruaje a la vez. Nadie parecía estar dispuesto a ceder su lugar y aunque intentaron buscar algo que pudiera aclarar esta situación, fue imposible encontrarlo, hasta que el visir del califa de Bagdad a su colega: -¿Cómo reparte justicia tu señor? -Con los buenos es benévolo, honrado con los que son iguales a él y severo con los que comenten malos actos -El mío es amable con los duros de corazón, generoso con los malos, magnánimo con los injustos y afable con los honrados. Al escuchar estas palabras, el califa de Rachipur, apartó su carruaje y esperó a que se marchara el más justo de los hombres.

El labrador y las grullas

Hace muchos años, unas majestuosas grullas dedicaban todos sus esfuerzos a remover la tierra, que había recibido hace poco tiempo, los tiernos granos de trigo. Unos granos, que amenazaban con desaparecer totalmente, si el labrador que tan afanosamente los había plantado, no ponía remedio. Tras barajar muchas soluciones, comenzó a usar una honda vacía, para intentar espantar a esas dañinas grullas, que parecían estar dispuestas a terminar con todas sus semillas. Una solución, con la que consiguió espantarlas por un largo período de tiempo. Desgraciadamente para él, los astutos los pájaros se dieron cuenta del engaño y volvieron a sus tierras, para continuar comiéndose el trigo. Desesperado ante la pérdida de gran parte de su cosecha, el labrador tomó la drástica decisión de cargar su honda con grandes piedras, para golpear a los malvados pájaros y darles un buen escarmiento. Viendo las grullas, el tamaño de los proyectiles y temiendo que alguno de ellos pudiera destruir su hermoso plumaje, alzaron el vuelo y nunca más volvieron a pasar por las tierras del labrador. Moraleja: si es imposible que nuestras palabras den a entender lo que queremos transmitir a los demás, es necesario que realicemos alguna acción que las haga entender.

EL PODER DEL MIEDO

La peste se dirigía a Damasco y pasó velozmente junto a la tienda del jefe de una caravana en el desierto. - “¿Adónde vas con tanta prisa?” Le pregunto el jefe. - “A Damasco. Pienso cobrarme un millar de vidas.” De regreso de Damasco, la peste pasó de nuevo junto a la caravana. Entonces le dijo el jefe: - “¡Ya sé que te has cobrado 50.000 vidas, no el millar que habías dicho!.” - “No,” le respondió la peste. - “Yo sólo me he cobrado mil vidas. El resto se las ha llevado el miedo.”